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miércoles, 19 de febrero de 2014

La capital de los patricios

Irresponsable, cínico, simplista. Como siempre, el Jefe de Gobierno porteño sorprende con todo esto y mucho más. Y uno no se explica qué le vieron sus votantes. Quizá, muchos de ellos estén padeciendo la angustia de no encontrar un lugar en la escuela pública para sus hijos como consecuencia de las políticas privatistas de Mauricio Macri. Nunca imaginaron, al introducir el voto amarillo, contenedores disfrazados de aulas o separadores de cartón prensado en medio de los pasillos de un edificio histórico. La falta de imaginación se suplanta con la información, vale aclarar. El Alcalde Amarillo no esconde nada ni pretende disimular sus intenciones. Quien se sorprenda por los conflictos originados por la inscripción on line y la falta de vacantes, seguramente estaba mirando otro canal. O, mejor dicho, los canales que sólo existen para acomodar a alguien como él en el sillón presidencial

A la vez que las partidas presupuestarias para la educación pública sufrieron periódicos recortes, las sumas destinadas a los colegios privados fueron creciendo en cada ciclo lectivo. Cierre de cursos, falta de mantenimiento, casi nula construcción de nuevas escuelas, mientras afirma una y otra vez su preocupación por la educación pública. Eso es hipocresía. Por eso, lo que hoy ocurre con más de 10 mil chicos en la CABA –que a pocas semanas del inicio de clases no saben dónde van a estudiar- no es imposibilidad, descuido o negligencia, sino producto de la peor de las intenciones: provocar descontento y favorecer nuevamente a los privados.

Los medios, los funcionarios del PRO y él mismo se encargan de echar culpas al Gobierno Nacional, aunque nada tenga que ver con el asunto. Siempre la culpa será de Cristina y su séquito de aplaudidores. Un recurso cuasi infantil de demonización. Lo importante es enojar a la gente para que empuñe sus cacerolas en contra del kirchnerismo y facilitar su camino a la presidencia en 2015. Su única manera de llegar es caminando sobre las ruinas del país que sólo existen en su limitada mente y el descontento injustificado de una minoría despectiva. A no asustarse: Macri es demasiado clasista para representarnos a todos y muy porteño para gobernar a todo el país. Macri es un neo patricio despojado de valores patrióticos. ¿Cómo solucionará esta crisis escolar? Como mejor sabe hacerlo. Ante la falta de lugares, derivará alumnos a los colegios privados y becará las cuotas. El plan perfecto para desviar recursos y beneficiar a sus amigotes

Un capítulo aparte merece una de sus últimas fases, aunque no le dedicaremos demasiado espacio. Ante un grupo de vecinos, Mauricio Macri dijo "son todos chorros los que nos gobiernan". Sin embargo, él es el único gobernante a las puertas de dos juicios orales, postergados al infinito por los jueces del círculo rojo. Pero, además del cinismo y la puerilidad que ostenta esta frase, subyace una constante: nunca se piensa como gobierno, sino como gobernado; ni siquiera se siente Estado. Una negación que se nota, sobre todo en sus constantes vacaciones. Una gestión más apoyada en el marketing que en la acción, cuyo único objetivo es facilitar negocios más que concretar una ciudad para todos, a la que muchos no son bienvenidos.

Una ciudad en donde todo pasa

Quizá sea porque es la capital del país y allí confluyen los intereses más insospechados o porque los medios generan los contenidos para que todo así lo parezca. Pero a la distancia, parece que en la CABA se concentran los actos más abyectos. Especulaciones, conspiraciones, escaramuzas. Todos los protagonistas parecen estar allí, en ese escenario dispuesto para entretenernos a todos. Allí parecen pasar las cosas más interesantes, las más dramáticas, las más absurdas. Tal vez sea así en todas las capitales del mundo, pero ésta es la nuestra, la que parece comandar el ánimo, los humores y los destinos de la Nación.

Mientras los rescoldos se niegan a apagarse después de diez días de trabajo esforzado de los bomberos y varios de lluvias, la tragedia de Barracas promete estar durante más tiempo en el interés informativo. Las imágenes tomadas por las cámaras de Iron Mountain inducen a pensar en la intencionalidad del incendio que se llevó diez vidas de manera inexplicable. Más que guardar archivos, esta empresa parece dedicada a transformar en humo documentos bastante comprometedores. La investigación empieza en la zona del siniestro y las pistas conducen a las oficinas del Gobierno de la CABA. Cuando comenzó el incendio, Macri viajó con sigilo hacia Villa La Angostura. Igual que en los tiempos de los apagones, también estaba allí. Como si fuera una maldición. Seguramente, si se quedara más, la ciudad estaría espléndida.

Y en esa ciudad parecen también darse los aumentos desproporcionados en los precios. No se dan por designio divino o como consecuencia funesta del alocado clima que se ha instalado. No, es avaricia desaforada, angurria incontenible, voracidad rapaz. Rapacidad voraz que ordena incumplir los acuerdos firmados, esconder mercadería, confundir al comprador, multiplicar el lucro. Las sanciones millonarias repartidas por las autoridades apuntan a desalentar estas mezquinas arremetidas. 

Ya lo advirtió La Presidenta y algunos de sus funcionarios: que no vengan algunos jueces  serviles a diseñar cautelares a medida. Si algo así ocurre, sus rostros deberán convertirse en afiches. Porque eso que hacen para proteger los intereses de una minoría destructiva no es justicia, sino servilismo. Pero ahora hay ciudadanos que se unen al colectivo que se ha animado a perderse en el laberinto selvático de las góndolas. Una aventura apasionante que puede detener el saqueo empresarial. Y el primer viernes de apagón de consumo, Macri provocó por twitter: en su mensaje, relató que había salido de compras a un súper. Para que no haya confusiones: puede comprar cuando quiera y donde quiera, pero ¿por qué ostentar tanto desprecio hacia los intereses de todos?

Por esto y mucho más, esa ciudad parece estar enloquecida y no es muy alocado suponer que puede contagiarnos a todos. Algo hay que hacer. Algunas semanas atrás, el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, sugirió la posibilidad de trasladar la Capital Federal al norte del país. Una mudanza soñada pero cada vez más difícil desde el punto de vista material. En realidad, no hace falta semejante parafernalia para hacer que el país sea más federal. En estos diez años de proyecto K, la mirada hacia el resto del país ha sido más extensa que en las gestiones anteriores, aunque todavía falta para revertir tantas décadas de atraso. Sin embargo, todo arranca y termina allí. El bache de una de sus calles es el bache de todos. Y aunque algunos intentan mirar más allá de la emblemática General Paz, la miopía se acrecienta y a los pocos kilómetros, los párpados caen con pesadez.

 Si en la CABA y en provincia de Buenos Aires se concentra casi un 40 por ciento de la población, hay un 60 que se distribuye por todo el territorio nacional. Un montón de gente que ya se aburrió del espectáculo que ofrecen. Hay que encontrar la manera de trasladar la Capital sin mover un solo ladrillo. Un símbolo, un rasgo cultural que debemos transformar para construir el país con el que soñamos.

Por: Gustavo Rosa.

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