Para la mayoría de la población mundial resulta imposible comprender cómo solo dos hombres de negocios o una compañía monopolista puedan poseer fortunas que sobrepasan el Producto Interno Bruto (PIB) de más de un centenar de naciones.
Estos son los casos, aunque existen muchos más, de los multimillonarios Carlos Slim y Bill Gates, y de la compañía estadounidense Microsoft. El mexicano Slim, magnate de las telecomunicaciones y de otras esferas económicas, acumula una fortuna de 85 000 millones de dólares, mientras Gates, fundador de la compañía Microsoft, le sigue en el escalafón de la revista Forbes con 82 000 millones de dólares.
El emporio Apple, que sobresale en computadoras, teléfonos móviles y otros sofisticados equipos y programas, tiene un precio de capitalización en el mercado de 483 150 millones de dólares y ventas anuales de 173 760 millones.
La fortuna de Slim es superior al PIB de alrededor de 110 países del mundo y las ventas de Apple, mayor que el PIB de 125 naciones, según la lista del Banco Mundial (BM).
La mayoría de las naciones que se encuentran en la relación del BM y que aparecen por debajo de las fortunas o las ventas de los tres casos enunciados, están en África, América Latina, Asia y también en Europa, como Mónaco, Luxemburgo, Serbia, Croacia, Lituania, Eslovenia, Siria, Libia, Jordania, el Líbano, Ghana, Kenia, Tanzania, Mozambique, Laos, Sri Lanka, Bangladesh, Costa Rica, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Panamá, entre muchos otros.
Aunque se puede decir en términos populares que la comparación está traída por los pelos, pues no se puede calcular sobre la base de un índice anual en relación con la riqueza total de una nación, lo cierto es que la visión que ofrece es alarmante e impresionante.
El PIB es el valor total de los artículos y servicios producidos en el país y sus datos reales se ajustan a las variaciones de precio y temporada. Además, casi todas las naciones de la lista del BM, deben dedicar anualmente entre un cuarto y un tercio de su Producto Interno Bruto a cancelar sus adeudos con los organismos financieros internacionales, lo cual rebaja drásticamente el monto de su PIB.
El BM y el FMI revelaron que en los últimos 25 años, solamente América Latina transfirió a esos organismos y a los centros de poder de las naciones desarrolladas, 2 600 billones de dólares para cubrir el pago de la deuda externa, por fugas de capitales y por la diferencia de precio en las ventas de materias primas.
En muchas naciones, el aumento anual del PIB no está acorde con los resultados de los índices de pobreza ni del bienestar social de sus poblaciones.
En ese aspecto influyen varios factores como son la desigual distribución de las riquezas, la extracción de las ganancias por las empresas transnacionales y las malas políticas socio-económicas que esgrimen los diferentes Estados y gobiernos.
Ineludible nuevo orden económico internacional
En relación con las desigualdades mundiales entre ricos y pobres, observen estos datos adicionales: en 2013, el número de multimillonarios era de 1 426 y en 2014 ya suman 1 645 con un capital total de 5,7 billones de dólares. Los diez primeros cuentan con una fortuna de 507 600 millones de dólares.
En el reciente 69 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea de las Naciones Unidas, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, denunció que "la desigualdad en la distribución de la riqueza es cada vez más brutal. Es necesario, ineludiblemente, un nuevo orden económico internacional".
En la alocución ante el Plenario, Rodríguez Parrilla ofreció lamentables datos: "En el mundo, 1 200 millones de personas viven en la pobreza extrema, 842 millones sufren hambre crónica, hay 774 millones de adultos analfabetos y 57 millones de niñas y niños no escolarizados, lo que confirma que las Metas de Desarrollo del Milenio, cuestionables metodológicamente, fueron un espejismo".
Cada año que pasa se hace más notable que las políticas neoliberales no resolverán las grandes dificultades que padecen millones de habitantes en el orbe, por lo que resulta inminente la adopción de programas que ayuden a gran cantidad de empobrecidas regiones.
Mientras un reducido grupo de multimillonarios disfruta de abundantes riquezas y hasta gastan fortunas en complacer nimiedades, ¿cuántos niños y niñas deambulan por las ciudades del planeta donde con sus hambres a cuestas son presas fáciles del narcotráfico, la prostitución, el robo y de los comerciantes de órganos? ¿Cuántos millones de menores en edades escolares laboran en condiciones precarias, en fábricas clandestinas o autorizadas, poniendo diariamente en riesgo sus vidas para obtener un bocado de comida?
Son situaciones demoledoras que nos muestran la gran inequidad que se vive en estos tiempos y que debe ser resuelta con políticas realistas por parte de los gobiernos, de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales. Hay que enfrentarlos con decisiones efectivas a favor de las grandes mayorías. Si esto no se toma en cuenta, la proyectada Agenda de Desarrollo Posterior al 2015 solo será una esperanza inalcanzable.
De ahí la demanda casi generalizada de los oradores en la presente sesión de la ONU de que esa organización requiere una profunda reforma y la defensa de sus principios.
Estos son los casos, aunque existen muchos más, de los multimillonarios Carlos Slim y Bill Gates, y de la compañía estadounidense Microsoft. El mexicano Slim, magnate de las telecomunicaciones y de otras esferas económicas, acumula una fortuna de 85 000 millones de dólares, mientras Gates, fundador de la compañía Microsoft, le sigue en el escalafón de la revista Forbes con 82 000 millones de dólares.
El emporio Apple, que sobresale en computadoras, teléfonos móviles y otros sofisticados equipos y programas, tiene un precio de capitalización en el mercado de 483 150 millones de dólares y ventas anuales de 173 760 millones.
La fortuna de Slim es superior al PIB de alrededor de 110 países del mundo y las ventas de Apple, mayor que el PIB de 125 naciones, según la lista del Banco Mundial (BM).
La mayoría de las naciones que se encuentran en la relación del BM y que aparecen por debajo de las fortunas o las ventas de los tres casos enunciados, están en África, América Latina, Asia y también en Europa, como Mónaco, Luxemburgo, Serbia, Croacia, Lituania, Eslovenia, Siria, Libia, Jordania, el Líbano, Ghana, Kenia, Tanzania, Mozambique, Laos, Sri Lanka, Bangladesh, Costa Rica, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Panamá, entre muchos otros.
Aunque se puede decir en términos populares que la comparación está traída por los pelos, pues no se puede calcular sobre la base de un índice anual en relación con la riqueza total de una nación, lo cierto es que la visión que ofrece es alarmante e impresionante.
El PIB es el valor total de los artículos y servicios producidos en el país y sus datos reales se ajustan a las variaciones de precio y temporada. Además, casi todas las naciones de la lista del BM, deben dedicar anualmente entre un cuarto y un tercio de su Producto Interno Bruto a cancelar sus adeudos con los organismos financieros internacionales, lo cual rebaja drásticamente el monto de su PIB.
El BM y el FMI revelaron que en los últimos 25 años, solamente América Latina transfirió a esos organismos y a los centros de poder de las naciones desarrolladas, 2 600 billones de dólares para cubrir el pago de la deuda externa, por fugas de capitales y por la diferencia de precio en las ventas de materias primas.
En muchas naciones, el aumento anual del PIB no está acorde con los resultados de los índices de pobreza ni del bienestar social de sus poblaciones.
En ese aspecto influyen varios factores como son la desigual distribución de las riquezas, la extracción de las ganancias por las empresas transnacionales y las malas políticas socio-económicas que esgrimen los diferentes Estados y gobiernos.
Ineludible nuevo orden económico internacional
En relación con las desigualdades mundiales entre ricos y pobres, observen estos datos adicionales: en 2013, el número de multimillonarios era de 1 426 y en 2014 ya suman 1 645 con un capital total de 5,7 billones de dólares. Los diez primeros cuentan con una fortuna de 507 600 millones de dólares.
En el reciente 69 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea de las Naciones Unidas, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, denunció que "la desigualdad en la distribución de la riqueza es cada vez más brutal. Es necesario, ineludiblemente, un nuevo orden económico internacional".
En la alocución ante el Plenario, Rodríguez Parrilla ofreció lamentables datos: "En el mundo, 1 200 millones de personas viven en la pobreza extrema, 842 millones sufren hambre crónica, hay 774 millones de adultos analfabetos y 57 millones de niñas y niños no escolarizados, lo que confirma que las Metas de Desarrollo del Milenio, cuestionables metodológicamente, fueron un espejismo".
Cada año que pasa se hace más notable que las políticas neoliberales no resolverán las grandes dificultades que padecen millones de habitantes en el orbe, por lo que resulta inminente la adopción de programas que ayuden a gran cantidad de empobrecidas regiones.
Mientras un reducido grupo de multimillonarios disfruta de abundantes riquezas y hasta gastan fortunas en complacer nimiedades, ¿cuántos niños y niñas deambulan por las ciudades del planeta donde con sus hambres a cuestas son presas fáciles del narcotráfico, la prostitución, el robo y de los comerciantes de órganos? ¿Cuántos millones de menores en edades escolares laboran en condiciones precarias, en fábricas clandestinas o autorizadas, poniendo diariamente en riesgo sus vidas para obtener un bocado de comida?
Son situaciones demoledoras que nos muestran la gran inequidad que se vive en estos tiempos y que debe ser resuelta con políticas realistas por parte de los gobiernos, de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales. Hay que enfrentarlos con decisiones efectivas a favor de las grandes mayorías. Si esto no se toma en cuenta, la proyectada Agenda de Desarrollo Posterior al 2015 solo será una esperanza inalcanzable.
De ahí la demanda casi generalizada de los oradores en la presente sesión de la ONU de que esa organización requiere una profunda reforma y la defensa de sus principios.
Por: Hedelberto López Blanch
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