Ya que
estamos en clima mundialista, la jugada
a lo Messi del ministro de Economía
fue neutralizada por la nueva intervención colonial de Griesa, jugador y
árbitro de este partido. Cuando pensábamos que Griesa y sus buitres iban a
hacer la gran Suárez, con un
mordiscón a los fondos de los bonistas, tiraron la pelota fuera del estadio y
el partido está en suspenso. No colocaron sus garras sobre los dólares, sino
que ordenaron devolverlo. Un desprecio
inusitado por parte del Juez Imperial. Una enloquecida reacción que
enceguece toda racionalidad. Ahora dice que pagar es ilegal. Y después se molesta porque La Presidenta habla de
extorsión. Como el tiro libre de
Kicillof era imparable, apela a todas las trampas para poner a nuestro país al
borde del default. Y abusa de todo su descomunal poder para proteger a los
buitres como si fueran tiernos canarios. Si
quedaba alguna duda de su alineación con los especuladores, este nuevo episodio
las despeja a todas. Si podía pensarse en un atisbo de legalidad en el
accionar de este magistrado, ya no hay
ley que lo justifique.
No sería
exagerado decir que, partir de este momento, todo lo que Griesa haga o diga será tomado como algo personal. Y si
el Estado norteamericano no frena este desquicio, será responsable de un atropello a la soberanía de nuestro país. Y
no sólo de eso, sino de desalentar toda negociación de deudas, además de
horadar el prestigio de Nueva York como capital del sistema financiero mundial.
Nadie sabe
qué va a pasar el lunes con los fondos depositados por el Gobierno, si serán
devueltos o se entregarán a los bonistas. Como sea, el default no será nuestra culpa. Y es lo que advirtió Kicillof durante
el anuncio oficial de esta maniobra: si la decisión soberana de honrar los
compromisos de deuda se encuentra vulnerada es por la alineación de la justicia norteamericana con intereses
minoritarios. Y en esto, las Autoridades del Imperio tienen mucha
responsabilidad. Un juez distrital en retirada recibió la repulsa internacional
por abusar de su aristocrático poder y
las instancias judiciales superiores se lavaron las manos. Los trapos sucios
que podemos encontrar en todos lados: las corporaciones económicas que se
quieren apropiar del mundo con la complicidad de la corporación judicial. Y
también, con la anuencia de los Jefes de Estado que, en lugar de proteger los intereses de sus pueblos, coquetean con los
poderosos. El desafío de este siglo es contener –o desterrar- esta avidez responsable
de una de las mayores catástrofes de la Humanidad: la extrema pobreza.
Aunque el apoyo a la posición argentina
superó todas las expectativas, nada parece alterar la patricia decisión de
Griesa. Organismos financieros, bloques
multilaterales, presidentes, universidades, analistas económicos expresaron su
solidaridad y condenaron el despiadado intento de los angurrientos.
Envalentonado por semejante hinchada, el
Gobierno Nacional colocó una tentadora carnada en el más eficaz de sus anzuelos
para desenmascarar a los malintencionados carroñeros. El rostro feroz de
los enemigos quedó al descubierto, mostrando todo su horror. Lo que parecía
imposible, sucedió. Si la semana pasada muchos pensaban que La Presidenta y su
equipo estaban en jaque, ahora no saben cómo disimular esta victoria parcial. Porque éste es un primer paso: lo que
viene será mucho más interesante.
Nuestras luchas internas
Tanto allá
como acá la clave está en la batalla cultural que se está dando a nivel global.
La crisis económica, social y política que sacude a muchos países tiene su origen en la despiadada primacía
del casino financiero, cuyos jugadores mueven sus fichas al impulso de su
avaricia para multiplicarlas sin límite. Lo
único que producen con sus inversiones
es pobreza, inequidad y desamparo. Si el Poder Económico está conquistando
el planeta es porque los otros poderes lo permiten, por torpeza, por temor o
por complicidad. Juntos nos están
conduciendo hacia la aniquilación.
Por
supuesto, siempre hay espacio para la esperanza, aunque el panorama parezca
desolador. La experiencia que hemos vivido en estos años de recuperación
confirma que sólo el fortalecimiento de
la Política puede poner en orden este caótico escenario. Pero no la
política entendida como la estrategia de algunos individuos para enquistarse en
un puesto y obtener algunas ventajas, protegiendo los privilegios de una
minoría. Lo que hace falta es la
proliferación de representantes que asuman el conflicto con los exponentes del
establishment para defender los derechos de la mayoría. En pocas palabras,
la Política gobernando al Poder Económico. Y el Poder Judicial, cuya cacareada independencia no es otra
cosa que un escudo al servicio de la minoría, debe comprometerse a velar el
cumplimiento de las leyes en beneficio de los menos favorecidos.
En esa lucha
estamos. Cuando el secretario de Comercio, Augusto Costa, denuncia que los
laboratorios incumplieron con el acuerdo de precios y amenaza con multas si no
retrotraen los precios a principios de mayo, está dando cuenta de eso. O cuando
los organismos de control laboral llevan a la justicia el caso de explotación
laboral y servidumbre que involucra al presidente de la Sociedad Rural. O
cuando la AFIP investiga los bienes de los ricachones en busca de posibles
evasores o se instituye un impuesto a los bienes suntuarios. Estos y muchos más son episodios de la
misma batalla, que debe llevarse a las últimas consecuencias. Esta vez no
nos deben ganar, porque ellos nos quieren ver derrotados para poder gozar de
sus descomunales fortunas. Ahora que
están expuestos con su repugnante rostro, ya no hay máscara que nos engañe.
No debemos dejar escapar esta oportunidad para volverlos más humanos y así
poder vivir mucho mejor.
Por: Gustavo Rosa Apuntes discontinuos
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