Hoy se cumplen 52 primaveras de la desaparición física de Camilo Cienfugos, más precisamente el 28 de octubre de 1959, sucedió en un accidente de aviación a causa del mal tiempo mientras retornaba de Camagüey a La Habana.
Sin embargo, nunca se pudieron encontrar restos de Cienfuegos ni los del avión, tampoco hubo informes de problemas climáticos en la ruta que supuestamente debía seguir el mismo, ni del avión de Cienfuegos emitió ninguna llamada de auxilio.
Mas allá de toda teoría y conjetura, el hecho más significante es que ya no está entre nosotros, ese barbudo desprolijo, el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa. Camilo era Camilo, señor de la vanguardia, guerrillero completo que se imponía por esa guerra con colorido que sabía hacer.
Ese revolucionario sentimental, que sabia repartir amor, que sabia además de todo, como nos decía el che, endurecerse pero sin perder la ternura jamás, fue físicamente y sentimentalmente uno de los hombre más importantes de la revolución, lo sigue siendo sentimentalmente, su fuerza, su lucha, su convicción, es revolución, es y seguirá siendo amor.
En estos 52 años las coyunturas políticas sin medir fronteras, han cambiado, si se quiere decir han evolucionado, se ha perdido bastante el fervor revolucionario y más aun nos hemos volcado hacia el progresismo. Forma de política que llego de la mano de tantas dictaduras y terrorismo de estado.
La revolución del amor, parecía haberse convertido en una conservadora helada y gris, sin embargo a lo largo del tiempo han surgido personajes que siguiendo ese ideal intentaron reflejar esos mismos sueños, y luchas desde el dialogo y el debate. La palabra y los hechos concretos de trabajo voluntario, como arma fundamental para la transformación social, cívica y política. Pese a muchos intentos victoriosos y otros no tantos, recién luego de 50 años Latinoamérica, asoma hacia la igualdad, hermandad y democracia, si bien todavía es solo un sol que apenas parece asomar.
Las luchas a lo largo de toda Latinoamérica y las grandes batallas perdidas en el mundo, nos hacen pensar que el progresismo que intentamos desarrollar se asemeja a un conformismo cariñoso, algo que realmente todavia está lejos de esa revolución amorosa, por la que muchos líderes revolucionarios entregaron sus vidas.
Que no se tome como apocalíptico este concepto, sino que sea una advertencia para que todos y todas podamos construir revolución dentro de la gran transformación que vive Latinoamérica, que pongamos el cuerpo, la mente y el corazón, en post de la gran responsabilidad que tenemos como individuos de seguir la lucha, de ganarle a la desigualdad, de clavar las banderas de la democracia, de la igualdad, de la equidad.
Y por sobre todas las cosas que seamos capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo, que seamos capaces de interpelar al conformismo y sembrar trabajo, inclusión, y amor.
Por: Facundo Avila