Dado el pasado de nuestro país, la necesidad de luchar contra la impunidad y depurar al Estado de responsables y cómplices de la dictadura, las elecciones primarias deberían permitir otras reflexiones, para fortalecer la obligación del Estado de respetar la vida y la libertad de las personas.
Luego de conocer el desarrollo del escrutinio de las elecciones primarias, el candidato presidencial Eduardo Duhalde se afirmó en su identidad peronista y, para diferenciarse del Frente para la Victoria, criticó algunas banderas, a las que identificó como pertenecientes a “bandas subversivas” del pasado y del presente, “que nada tienen que ver con la nacionalidad”.
Luego, como si de otro sujeto se tratara, agregó que el peronismo al que adscribe es el de la no agresión.
Estaba junto a sus hombres más cercanos; entre ellos, su candidato a vice, Mario Das Neves, y el dirigente sindical de la UATRE, Gerónimo “Momo” Venegas, que días atrás vaticinó no sólo que Duhalde ganaría en primera vuelta, sino que se iban a desencadenar muchos reclamos como el de Jujuy, con muertos de por medio. Además de procesado en la causa de los medicamentos, Venegas es uno de los aliados más funcionales a los patrones del campo, responsables de trabajo infantil y la trata de personas. Pero como eso no es subversivo, Duhalde no vio inconvenientes en contar él, como tampoco tuvo empacho al decir que se debía incluir en el debate político, incluso a quienes añoraban al dictador Videla.
Pensando en su candidatura comenzó a tejer alianzas y, fiel a sí mismo, recibió a la reivindicadora de la picana y la capucha, Cecilia Pando, quien le acercó al grupo de militares, policías y civiles presos por crímenes de lesa humanidad y a las agrupaciones que cinchan por el cierre de los juicios, como la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia, que se autodefine como preocupada por el activismo judicial que tiene “presos políticos” por haber “combatido” a quienes, impulsados por otros países, quisieron imponer el comunismo. Los mismos militares presos respaldaron públicamente la candidatura de Eduardo Duhalde, con la promesa de una amnistía y de una militancia a favor de impunidad.
Durante los días previos a la masacre de Avellaneda del 26 de junio de 2002, en la que fueron muertos por balas policiales Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, Duhalde y otros funcionarios de su gobierno bramaron a destajo contra las organizaciones piqueteras y aseguraron que impedirían los cortes de arterias de tránsito, advirtiendo sobre la represión que finalmente sucedió, con centenares de detenidos, decenas de heridos y dos muertos, a los que tanto diarios como Clarín y el mismo gobierno de Duhalde ocultaron bajo eufemismos tales como “consecuencia de la crisis”, y “enfrentamiento entre bandas piqueteras”. La Policía Bonaerense, en un operativo conjunto con fuerzas de seguridad nacionales y con participación de agentes de la SIDE, armaron y decidieron la cacería humana. Pero esos medios y el gobierno de Duhalde ocultaron los hechos durante más de dos días, hasta que no pudieron desconocer el material fotográfico y los testimonios que describían otro escenario. A partir de entonces, Duhalde dejó de decir que los muertos fueron producto del enfrentamiento entre piqueteros, pero que las balas salieron de armas de la Bonaerense, descargando la responsabilidad en el entonces gobernador. Indudablemente, Jorge Rafael Videla y sus muchachos tienen en Duhalde a un candidato consecuente, tanto en su accionar como en su discurso.
Sobre la utilizacióndel concepto de “subversión”, es interesante echar un vistazo, entre otros documentos, a la Resolución 538 del 27 de octubre de 1977 del ministro de Cultura y Educación de la dictadura, Juan José Catalán, “subversión en el ámbito educativo –conozcamos a nuestro enemigo”, bastante parecida a los consejos del policía de Peter Capusotto –aunque lamentablemente fue el espíritu, la ley y la fuerza que imperó durante esos años–, que describe al “subversivo” como el que busca alterar los criterios morales, socavando la familia, alejándose de la religión y aprovechando las frustraciones de la sociedad; el que utiliza organizaciones estudiantiles, cuyas reivindicaciones son ingreso irrestricto, autonomía universitaria, fomento de la libertad de expresión y el diálogo y gobierno tripartito de la universidad; para luego pasar a otras, más generales, como el fin de la dictadura y la reivindicación del movimiento obrero. Por medio de esa resolución la dictadura mencionó la infiltración en los establecimientos educativos para captar ideológicamente a la juventud y mantener encubierto al personal docente y no docente partidario; aludió al uso de determinada bibliografía en la intimidad de las aulas para fomentar la subversión por medio de materias, charlas, cuentos tendenciosos, o el fomento de la lectura. De ello eran responsables tanto los activistas como los indiferentes a su acciones. “Subversivo” era el comprometido políticamente.
Dado el pasado de nuestro país, la necesidad de luchar contra la impunidad y depurar al Estado de responsables y cómplices de la dictadura, las elecciones primarias deberían permitir otras reflexiones, para fortalecer la obligación del Estado de respetar la vida y la libertad de las personas. Hechos como los que produjeron las muertes de Mariano Ferreyra, las de Bariloche, Formosa, el Indoamericano o Ledesma, en Jujuy, no sólo no pueden repetirse sino que deben investigarse y juzgar a sus autores. Y que rindan cuentas los responsables políticos que no quisieron o no supieron hacer que las fuerzas de seguridad actuasen legalmente. No debe haber miramientos con quien fomenta algún tipo de represión o persecución política o sindical, o con quienes no están en condiciones de impedir que en un Estado de Derecho se violen los Derechos Humanos. Aunque a Duhalde le suene subversivo.
Publicado el 18 de Agosto de 2011
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